Hay que reconocerle valor a Pablo Iglesias para atreverse a comprar la casa que se ha comprado, habiendo dicho lo que ha dicho. Se trata, sin embargo, de un valor aparente. Pablo ya ha llegado a la cúspide, y sabe perfectamente que no lo van a desalojar, los que cuentan tienen mucho que perder en esa posible destitución, así que hará que sus súbditos ratifiquen la buena idea que ha tenido la pareja presidencial y, de esa forma, tendrán dos por el precio de uno.
A mí el caso me recuerda a lo que Franco decía sobre los periodistas, que había tenido buena suerte con ellos, que siempre le habían tratado bien. Pues a Pablo no le van a fallar los suyos, no van a derribar al que los ha llevado a pisar moqueta y a tener unos ahorrillos, o a disimular los que ya tenían. Tal vez lo mejor que se pueda decir de este asunto tan chusco es lo que ha dicho un portavoz del Gobierno, que se alegra de que una joven pareja pueda tener acceso a una hipoteca para comprar su vivienda.
En fin, todos felices con la pareja. Perderán algo, pero ¡es tanto lo que ganan! Un gran negocio para todos, de verdad.