A diferencia del Gobierno de ZP, este gabinete tiene ministros muy listos. Montoro, por ejemplo, es listísimo, y se le nota. Lo malo es que la listeza no libra de los errores ni garantiza la virtud. Un problema de los tipos listos es que tienden a creer en los atajos, y esa creencia puede resultar fatal, sobre todo si se es boquirroto.
Hacienda es una cartera bastante técnica que le viene pequeña a Montoro, y don Cristobal se ha lanzado a darle contenido político, tratando de convertir la contabilidad nacional en una terapia colectiva, haciendo que el jarabe amargo de la crisis y los impuestos crecientes nos sepa a ambrosía, a dulce y celestial deleite. El ministro ha querido darnos noticias que alivien, pero le han salido al paso unos torpes burócratas con el manguito contable.
Como Eurostat nunca se había atrevido a corregir los datos del Gobierno, don Cristobal había alargado el brazo algo más que la manga, para quitarle unas decimitas al déficit de 2012. Solo trataba de animarnos un poco y de evitar que su jefe sufriese más de la cuenta por unos números incomprensibles. Como el Banco de España solía ser bizcochable, don Cristobal tampoco esperaba que le amargase las expectativas de modo tan escasamente patriótico.
Total, que unos administrativos muy torpes y romos se han atrevido a enmendarle la plana a un ministro capaz de hacer sonetos contables, y, encima, los mercados, que nunca se enteran de nada, han empezado a faltarle al respeto. Es lo que pasa cuando se tienen ministros listos, que una tropa de envidiosos se conjura contra el más brillante, contra el que quiere convertir un balance en una promesa, en un incentivo amable para seguir pagando con alegría. ¡Qué injusticia y qué lástima!