Hay veces que uno quisiera decir cosas que son difíciles de decir, y hay que armarse de valor. Así que allá voy. Desde luego que estoy en contra de que los acampados, indignados, antisistema, 15-M, o los que fueren, asalten el Parlamento catalán, pero también estoy en contra de que el presidente de Cataluña pueda usar y haya usado un helicóptero para evitarlos y cambiar de calle, de que no haya sido capaz de afrontar las cosas de otra manera, y haya consentido que un diputado ciego, con riesgo para él y para su perro lazarillo, haga a pie el camino que él ha hecho en aeronave.
Pues bien, dicho esto, no tengo más remedio que expresar mi convencimiento de que si hubiese algún Parlamento merecedor de un asedio, que no lo hay, el Parlamento catalán sería de los más indicados. Me basta para justificar esta suposición dos declaraciones posteriores a los hechos, la de un tal López Tena (¡lástima de apellidos!) que se ha quejado, en el colmo de su miopía y estrechez de miras, de que le insultaran en español, y la delirante petición de Carod Rovira para que los indignados vayan a mear a España, que es su país (también el de CR, aunque finja lo contrario).
Cuando una de las cosas que está pasando, y se comprenden mal, es que el mundo es más ancho y ajeno que nunca, algunos catalanistas especialmente cejijuntos pretenden seguir cultivando en exclusiva un huertecillo que siempre ha vivido, como los demás, y más que los demás, del comercio, de la apertura, de un cierto melting pot, y son tan necios que no son capaces de tener otra idea en sus diminutas cabezas de que Cataluña es suya. Es lamentable tanta miopía y tanto egoísmo. Ahora otro torpe de la misma colla de memos y cegatos ha empezado a recomendar que no se tome Rioja porque así no se hace patria: este personajillo ha decidido preconizar el patriotismo alimentario ¡Vaya tropa!
¡Viva el correo electrónico!
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