Voy a hacer una cosa que no debiera hacerse: recordar lo que publiqué en la Gaceta de Juan Pablo de Villanueva (q.e.p.d.), antes de las últimas elecciones generales, a propósito der la incorporación de Manuel Pizarro a las listas del PP.
“La política profesional no está precisamente sobrada de gente que haya demostrado su talla personal en el mercado libre. Abundan los CV hechos a base de militancia temprana y culo paciente. Yo creo que esa clase de funcionarios del partido es muy necesaria, pero un exceso en la dosis puede acabar siendo letal y nadie te garantiza que no te florezca un Zapatero. Manuel Pizarro es una figura muy conocida, un tipo que ha demostrado que sabe defender en lo que cree y que no se asusta ni ante los gigantes ni ante los molinos de viento. Además, ha hecho ganar unos cuantos millones a mucha gente modesta a la que demostró que no estaba en Endesa para forrarse y pactar contra los que le pagaban el sueldo, sino para defender los intereses de sus accionistas, del primero al último. Yo creo que si esto que ha hecho Pizarro en España lo hubiese hecho en Estados Unidos, la revista Time le habría proclamado hombre del año”.
Pues bien, Manuel Pizarro ha tenido que volver a sus labores porque en el PP no le encuentran acomodo; se ve que Rajoy tiene de sobra con los culi-obedientes. Es un desperdicio para la vida pública que espero que sea reversible, pero lo mismo que me llenó de alegría y optimismo su llegada, su marcha ensombrece un panorama escasamente luminoso.