En España somos cicateros con el reconocimiento a los méritos y los éxitos ajenos, por esa envidia que, al parecer, es uno de los males nacionales. Me parece que no se ha destacado con suficiente vigor el enorme talento, la creatividad, la solidaridad y la paciencia de que han hecho gala ese grupo benemérito de políticos andaluces que han sido capaces de encontrar un aspecto positivo y remunerador a la tristísima tarea de poner en marcha un ERE, de poner en la calle a cientos de personas. Que hayan sabido transformar lo que, a ojos comunes, debería ser un elemento de descrédito político, en una oportunidad para hacer favores y propagar el camino andaluz al socialismo, es algo muy digno de tenerse en cuenta. Esta innovación se va descubriendo poco a poco, dada la natural modestia de sus autores, por lo que querría llamar la atención de mis lectores sobre el conjunto de la operación antes de que se lancen a una rápida condena de la misma, movidos por no se sabe qué oscuros intereses. Como imagino ya saben los lectores de este diario, en Andalucía se han empleado cientos de millones de euros en apañar los planes ordinarios de reducción de empleo de una gran variedad de empresas, de manera que los beneficios de esos planes, generosamente financiados por el conjunto de los españoles, no se limitaran a la letra de la ley, sino que sirviesen para otorgar favores a personas con acreditados méritos, sindicales o políticos, subarredando, en ocasiones, algunos beneficios a cambio de una merecida comisión para el agente. Ya sé que habrá muchos que, llevados de su estrechez mental, sean incapaces de entender la grandeza de esta práctica, su espíritu de solidaridad, su nítida distinción de cualquier forma más usual de corrupción interesada. Es normal que esta forma de creatividad haya corrido a cargo de socialistas pues, como José Blanco proclamó hace pocos días, un socialista siempre puede distinguir entre las formas taimadas y burguesas de corrupción, y las eventuales desviaciones de la ley al perseguir un fin mayor que la ley misma, la solidaridad, sin ir más lejos.
Los ERE tuneados por los socialistas andaluces han servido, por ejemplo, para financiar prejubilaciones a individuos que no hubiesen trabajado nunca en la empresa sometida al ERE, o a personas que no tuviesen los suficientes años trabajados, lo que siempre puede considerarse un azar y una injusticia, de forma que el dinero público ha valido para alegrar las duras condiciones de vida de personas, sin duda, meritísimas.
Al actuar de este modo, los autores y consentidores de esta nueva forma de política social, pues no se trata de otra cosa, han hecho algo que no puede considerarse corrupción, sino, sencillamente, socialismo imaginativo. Este tipo de prácticas son plenamente distintas de las de un Roldán, para citar un caso bien conocido, que metía la mano en la caja de los huérfanos de la Guardia civil, además de en otros muchos rincones, en su exclusivo beneficio, es decir comportándose como un especulador cualquiera, como un liberal depredador y defensor de la libre empresa, que en último término no busca otra cosa que su beneficio personal. Estos compañeros de Andalucía habrán cobrado, si es que se demuestra que lo han hecho, alguna pequeña comisión por su trabajo, pero lo que han hecho ha sido en beneficio de los demás y del socialismo, puesto que no consta que haya existido ningún beneficiario ajeno a los círculos que han hecho posible, con su ejemplo y su sacrificio, el poder del socialismo durante casi cuatro décadas.
Las fechorías de estos visionarios no han hecho otra cosa que socializar selectivamente los beneficios del esfuerzo público, y de manera tan perfeccionada y discreta que cabe pensar que estuviesen pensando en incorporar el procedimiento a la legislación ordinaria, lo que les permitiría ir siempre algo más allá, con esta gracia especial que parecen tener para adelantarse a las previsiones ordinarias de las leyes progresistas del futuro con prácticas imaginativas y bienintencionadas. Favorecer los lazos afectivos entre los partidarios del socialismo supone reinventar el socialismo, puesto que éste, una vez abandonada la idea revolucionaria, corre el riesgo de reducirse a una retórica evanescente, y a una rémora económica. Ellos han descubierto la manera de conseguir que la condición de socialista, o de ugetista, o de amigo de quienes lo sean, sirva para entrar en una senda de mejora económica casi permanente, lo que supone un avance innegable.
No vale decir que con ello, privaban de unos beneficios legítimos a quienes tuvieran derecho a ese dinero, eso sería no comprender la esencia de esta estupenda invención: el Estado socialista, digan lo que digan los mercados, no puede quebrar, y siempre se acaba por encontrar lo necesario para cumplir. No cabe negar que han descubierto lo que es casi el movil perpétuo: a base de imaginación, han transformado la letra de la ley en solidaridad bien entendida.
[Publicado en El Confidencial]