Encontrarás dragones es una película de Roland Joffe que afronta dos temas que en España resultan habitualmente polémicos; en primer lugar, es una especie de biografía de la primera juventud de San Josemaría Escrivá, el fundador del Opus Dei, pero, aunque sea como mero recurso, la película aborda también nuestra guerra civil. El elemento de unión entre ambos temas es la historia, entiendo que enteramente inventada, de un amigo de la infancia del santo. Desde el punto de vista artístico la película es irregular y, aunque muchas de sus imagenes son impactantes, me parece que las tres historias no están del todo bien articuladas, lo que afecta especialmente al ritmo narrativo, un poco confuso y reiterativo, en ocasiones, aunque Joffe logre llevarlas a un final bastante emotivo. Es decir que la película resulta, para los amantes del cine, un tanto decepcionante, precisamente porque de Joffe se puede esperar lo mejor y creo que, en esta ocasión, el tema le ha podido y no ha sido capaz de alcanzar la altura que tanto él como los temas merecían.
Sobre la imagen que se da de San Josemaría creo que no hay mucho que objetar, responde fielmente a la imagen que de él puedan hacerse los miles de seguidores que tiene en todo el mundo y entiendo que, para la época retratada, debe acercarse bastante a lo que realmente fue su vida en esos momentos. De hecho, alguno de los productores de la película son del Opus Dei, de manera que es razonable que hayan buscado y conseguido ese objetivo.
Me interesa resaltar, lo que es un tema distinto, si bien no del todo, la forma como se trata la guerra civil. De las imágenes de Joffe se puede deducir un tratamiento de la guerra excesivamente ad usum delphini, muy edulcorado al gusto que hoy en día resulta más habitual: una guerra terrible sin buenos ni malos, pero con la peculiaridad, muy al gusto del espectador internacional, imagino, de que los rojos son tratados de una forma bastante idealizada, mientras que buena parte de los nacionales se tratan más de acuerdo con la imagen que se ha hecho de ellos, que no corresponde de ningún modo con la imagen que ellos se hacían de sí mismos, ni tampoco, lógicamente, con la imagen que desearían ver sus numerosos partidarios. Tengo varios amigos que me han hecho llegar esta observación en forma de queja amarga sobre el papel que la película asigna a los nacionales, militarotes fríos y con un punto de crueldad, frente al romanticismo idealista y fraternal de los revolucionarios, y, aunque he tratado de consolarles, explicando que no se trata de otra cosa que de dar una imagen convencional sobre la guerra española, es esta clase de explicaciones lo que les pone más nerviosos. Según ellos, los productores deberían haber sido un poco menos neutrales al tratar de la guerra. Me parece que se trata de una objeción atinada, aunque la discusión de fondo que habría que llevar a cabo para enjuiciar debidamente un tema tan espinoso, excede a mis fuerzas y a las circunstancias de este texto, pero quiero dejar apuntada la queja, aún sin compartirla por completo, puesto que creo que el objetivo de la película puede autorizar ese tipo de ligerezas, pero me parece de justicia recordar que, de la misma manera que hubo evidentes excesos en los vencedores militares de la guerra, andando el tiempo, tal vez hayamos llegado a dar por buena una visión excesivamente angelical de aquel conflicto lo que, aunque tenga evidentes ventajas políticas, puesto que no creo que haya que incitar a los españoles a repetir ninguna cruzada, puede llevar a cometer ciertos excesos de supuesto equilibrio que me parece de justicia reseñar.