Cospedal se atreve con todo, a convertirse, incluso, en una teórica de la democracia y, como tal, ha hecho una defensa de los partidos, lo que resulta tan clarificador como que un mafioso defienda la libre empresa, o que un sindicalista nos hable de la solidaridad, que siempre empieza por uno mismo. Le sobra soltura y le falta autoridad. A su lado, Aznar guardó un respetable silencio.
Telefónica da la nota
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