Parecía un atentado

Las primeras imágenes del accidente ferroviario de Santiago sugerían, en una primera impresión,   la existencia de un atentado terrorista: un vagón, y sólo uno,  estaba absolutamente astillado, otro había pegado un salto de más de cinco metros, mientras los demás permanecían, en comparación, casi intactos. La vía es nueva, menos de diez años, construida con parámetros  de altísimo rendimiento, y los trenes van dotados de sistemas electrónicos que impiden el exceso de velocidad. Cuando un tren descarrila no suele producirse encabalgamiento de vagones, eso ocurre con los choques, y los desplazamientos son hacia el exterior de la vía, no hacia arriba: uno de los vagones, y solo uno, parecía destrozado desde el interior, así es que pensé en una bomba, seguramente islámica, en las vísperas de Santiago matamoros, pero parece que me equivoqué. 
Además, me extrañaba enormemente el súbito e insistente interés en atribuir el accidente a un descarrilamiento por exceso de velocidad y la celeridad con que Interior se apresuró a descartar un atentado, en fin, que todo me hacía sospechar.
Hoy ya se saben más cosas, el posible atentado no ha sido reivindicado, el maquinista declaró, al parecer,  ir a una velocidad inadecuada,…. pero entonces surgen otras preguntas acaso más comprometidas: ¿No funcionó el ERMTS sistema que impediría el exceso en la marcha del tren o no está instalado en esa zona? ¿Cómo es posible que haya una curva de limitación a 80 por hora en un trazado de alta velocidad y no se evite que los trenes puedan llegar con exceso de velocidad viniendo de una recta en la que pueden ir a más de 250 por hora? ¿Qué pasó en Santiago? Tenemos derecho a saberlo.
Bibliotecas sin libros