Monago va a pagar sus viajes a Canarias, pero ese gesto oportunista no evita que le tengamos que llamar mentiroso y, precisamente por eso, corrupto, porque corrupto es el que engaña, el que oculta lo que hace, el que tiene dos morales, la que practica y la que predica.
Que haya pagado con dinero de todos nosotros sus amoríos isleños está realmente mal, pero, que nadie quiera engañarnos, esa conducta es perfectamente legal, y eso está peor. Cada viaje de los que pagamos a nuestros diputados y eurodiputados debiera pagarse indicando el motivo y la actividad, y si no lo hubiera no debería pagarse, pero no es esa la praxis imperante, sino una especie de barra libre de movilidad, en primera, por supuesto. Los españoles han podido asomarse por este agujero a una de las privilegiadas prácticas que se estilan en el Congreso de los Diputados, un caso más de tarjeta «black»: cobra y calla, nosotros no se lo diremos a nadie.
Con todo, lo más grave que se revela en todo este grimoso episodio, que es posible se deba a venganzas internas del PP frente a un tipo relativamente díscolo, es el puñetero aplauso, el apoyo unánime, tal vez simulado, de los mandamases del PP a Monago, un ejercicio de unidad y apoyo mutuo que pone de manifiesto la verdadera naturaleza de la solidaridad de los peperos, más mafiosa que valiosa: se aplaude al que ha hecho algo mal, porque tiene el valor de negarlo y porque es «uno de los nuestros», haga lo que haga. Y luego dicen que el pescado es caro.
Un útil nada inutil
Un útil nada inutil