La verdad es que sorprenden, y no para bien, los paralelismos entre la España de hoy y la de hace cien años; se ve que hay carencias de nuestra cultura política que no son nada fáciles de superar, pero, de cualquier modo, las posibilidades ahora mismo son mucho mayores que las de comienzos del XX, y hay que esperar que los resultados sean mejores, además de que, por descontado, no haya guerras, ni las europeas ni las nuestras, ambas muy improbables.
Tal vez lo que más llama la atención es la escasa audiencia que tienen los disidentes del esquema dominante, o, dicho de otro modo, que los disidentes de ahora parecen más anti-sistema, siempre dispuestos a golpear, que mentes propensas a pensar en soluciones, y que los intelectuales de ahora, a diferencia de los que fueron disidentes por entonces, los Ortegas, Unamunos, Maeztús, etc., están más escondidos y silentes, tal vez porque el problema sea más difícil, tal vez porque el ruido nos impide escuchar lo que piensan.
Mi impresión, en cualquier caso, es que la mayor diferencia está en la clase política; la de la crisis del 98 tenía un nivel medio superior; estos de ahora, con eso de que los hemos votado parecen sentirse dispensados de pensar, algo que siempre hay que hacer por cuenta propia, al margen de las posiciones de partido.
Con Woz llegó el escándalo
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