Robert Redford ha vuelto a hacer una película política pero, de nuevo, centrada en sentimientos, en el contraste entre el poder y las dimensiones básicas de la vida humana. En Leones por corderos se ocupaba del papel de unos y otros en la guerra afgana, pero la guerra era solo un motivo para discutir modos de vida, virtudes y relaciones. Ahora en The Conspirator, otra cinta excelente, se centra en un episodio central en la historia norteamericana para ensalzar la figura de la madre, el contrapunto moral del matriarcado que tantas veces se ha querido ver en esa sociedad. La película pertenece a un género muy visitado por el cine americano, un proceso, pero se centra en las formas de vivir los conflictos de una serie de personajes unidos, por el amor o por la amistad y la guerra, que son puestos a prueba en contraste con el amor de quien es capaz de dar su vida a cambio de la mera posibilidad de prolongar la de su hijo. Merece la pena verla, aunque solo sea para admirar el que tal vez sea el mejor papel desempeñado nunca por Kevin Kline o para contemplar una vez más a ese inmenso actorazo que es Tom Wilkinson. El personaje materno lo borda Robin Wright.
Valor y precio
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