Como estoy febril, dice el médico que es gripe, aunque estoy vacunado, no respondo del todo de mis opiniones. El caso es que me está empezando a caer bien el Ministro de Fomento, y mis amigos del PP dicen que eso puede ser grave. El ex-Pepiño está empezando a coger madera de estadista, aunque no lo tenía difícil sustituyendo a Maleni.
Blanco empezó por desbloquear los planes de inversión que afectaban a Madrid y, de momento, les está ganando la partida a los controladores que son algo así como el Tío Gilito de la empresa pública. Que unos sujetos que trabajan bastante menos de la mitad de las horas que el común, y eso los días que trabajan, se puedan calzar salarios cercanos al millón de euros es algo que produce estupor, aunque, en realidad, sea una muestra más del descontrol absoluto en el que se mueven infinidad de cosas en España.
Los controladores no son una excepción, son, si acaso, el caso más escandaloso del tejemaneje público, del abuso general al que se somete al contribuyente, aprovechando que mira para otro lado. Mis felicitaciones a Blanco, y mi censura más hosca a los listos de turno que quieren hacernos ver intenciones torcidas tras su enfrentamiento con los señores controladores. Seguramente las tiene, está en su derecho, pero no son peores que las del enorme número de políticos que nunca hacen nada, y que si fueran ministros de Fomento les subiría el sueldo para ahorrarse conflictos. Que el PP hay hecho esta clase de comentarios marisabidillos indica lo bajo que está su nivel, y vuelve a dar la impresión, una vez más, de que todo vale con tal de que Rajoy se apoltrone en Moncloa… y les suba el sueldo a los pobres controladores.