Lo peor de la derrota

Se dice que las derrotas no tienen padres, pero tienen muchas consecuencias, sobre todo si no se analizan bien. La decepción del PP de ayer no puede ser disimulada con análisis estadísticos para proclamar una victoria histórica, y, además, los políticos hacen muy mal en creer que los demás seamos tontos. El caso es que Rajoy ha tropezado con la primera piedra, y puede tropezar  en muchas más si no analiza bien lo que ha pasado. Arenas no es el único culpable, no mucho más que otros: la culpa es de una política sin garra y con mucho disimulo. Habrá que examinar mejor los datos, pero me parece evidente que los casi medio millón de andaluces que votaron al PP en noviembre y ahora no lo han hecho tienen razones para haber actuado así, tantas como para no echar la culpa al empedrado. El juego de dar la espalda a los incondicionales para halagar a los extraños pasa factura, afortunadamente para la democracia.