Hace unos días el tren en que viajaba llegó unos minutos tarde a Madrid. Por megafonía se advirtió que la tardanza se debía al robo del cable en un sistema de señales. El tren, finalmente, llegó lo suficientemente tarde como para que hubiese derecho a la devolución de una parte del importe. Cuando acudí a información para hacerlo efectivo me encontré con una de esas muestras del «vuelva usted mañana» que son bastante inconcebibles en el momento actual y con los medios de que se dispone. Días después tampoco pude conseguir lo que me proponía porque, al parecer, no estaba clara la causa del retraso, y si era imputable o no a la empresa. Lo que saqué en claro es que es más fácil hacer propaganda que cumplir con los compromisos y esa conducta no es muy diferente de la que desarrollan los supuestos ladrones de cable, que habría que ver.
Renfe es casi siempre muy puntual, más que nadie, sin duda, pero no debería entregarse a las cadenas de disculpas cuando incumple con la puntualidad prometida y ha de indemnizar. Esa racanería burocrática es más propia de la edad del kilométrico, una cartilla de cupones con la que, en los años sesenta, se premiaba con rebajas en el precio a los viajeros intensivos, que de los tiempos que corren.
Defectos androides
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