La historia, maestro armero

Nuestra cultura abunda en expresiones que rechazan  la exculpación colectiva, extrañas islas de reflexión en un océano refractario al reconocimiento de cualquier clase de responsabilidad propia. Así sabemos que no es muy inteligente “echarle la culpa al empedrado”, “mirar para otra parte” o acusar al “maestro armero” alegando que falla la escopeta cuando, habitualmente, no hemos dado en el blanco. 

Estas expresiones muestran que nos gusta eludir la propia responsabilidad, echarle la culpa a otros. En estos recios tiempos que vivimos se ha hecho frecuente atribuir cuanto pasa a la Transición, a la Constitución, pero es insano retrotraer las culpas a la historia, de la misma manera que lo es hacer que los que todavía no han nacido tengan que pagar nuestros excesos por no saber vivir con lo que realmente tenemos. En ambos casos hay escapismo, irresponsabilidad.
No hay duda de que se cometieron errores, pero las causas de cuanto ocurre ahora mismo no tienen exactamente tres décadas. Nada de lo que ahora nos acongoja parecía real hace sólo una década, y no lo era.  Han sido, sobre todo, las insensatas decisiones de los últimos años, aquellos que han llevado la deuda a constituir una amenaza cierta de quiebra nacional, los verdaderos responsables de lo que ocurre. Y, en la medida en que el Gobierno de Rajoy no haga lo que tendría que hacer para corregir  el disparate de fondo, será responsable de que continúe o, incluso, de que empeore. A Zapatero y a Rajoy los hemos elegido nosotros, no han sido la consecuencia del sino, de ningún error  fatal que cometido por la Historia nos arrastre por el despeñadero de lo inevitable. Y de la misma manera que lo hicimos nosotros, a todos nos toca rectificar, sin echar la culpa al maestro armero de la historia. 
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