Muchas cosas mejorarán el día que los españoles comprendan el funcionamiento del círculo vicioso. Cojamos el Ayuntamiento de Madrid, un ejemplo especialmente apto, y por muchas razones, para ilustrar la idea.
Paso primero, el ayuntamiento construye edificios que no tendría que construir que no necesita y que nadie demanda. Por ejemplo, el Madrid Arena, los Gimnasios municipales, y mil más. ¿Porqué lo hace? Porque tiene cobertura política, la de todos los que no comprenden el funcionamiento del círculo vicioso, y porque, de paso, unos cuantos se forran, a oscuras y de uno u otro modo: constructores amigos, contratistas, intermediarios, proveedores, la leche de gente, mientras los demás pagamos, directamente o mediante el ligero endeudamiento municipal que con el Faraón, hoy ministro de justicia, ¡pásmense! llego a los ocho mil millones de euros.
Paso segundo, el ayuntamiento no sabe, no quiere o no puede gestionar los servicios que justificarían la existencia del edificio y alguien se los adjudica a un amiguete que pasaba por allí en medio de la más perfecta inadvertencia, incluso en un cuarto oscuro. En el ayuntamiento todos contentos, menos trabajo y menos responsabilidades, y así hay tiempo para empezar otra operación.
Paso tercero, como la gestión del edifico no da para ganar todo lo que quiere ganar un tipo tan listo como el adjudicatario, se recurre a mil trucos, a vender el doble de entradas de las permitidas, o se pide al ayuntamiento que eche una mano a la vista del marrón que se le ha encomendado, y como el ayuntamiento es comprensivo se la echa, porque, al fin y al cabo, es su edificio. Hasta aquí ya tenemos un negocio redondo, y hay muchos.
Paso tercero, con las ganancias del operativo anterior se estimula a quien haga falta para que el ayuntamiento se gaste más dinero en dotaciones y para que los madrileños comprendan que no hay otro remedio que subir los impuestos, recuperar la tasa de basuras, poner el IBI por las nubes, los gestores de las gangas municipales no pagan nada porque los edificios son del ayuntamiento, subir las multas a 600 euros y así hasta la nausea.
¿Tiene esto algún remedio? Sí, claro, que los ciudadanos aprendamos a exigir trasparencia y no nos conformemos con las cuentas del Gran Capitán, que, por lo menos, había ganado guerras en Italia. Y que la Justicia meta mano a alguno, al menos, de los numerosos sinvergüenzas que son responsables de que hayan muerto cinco adolescentes que solo querían divertirse y no sabían que estaban hinchando los bolsillos de los canallas y corruptos que han hecho posible todo eso.
Para olvidadizos: cuando Alonso Puerta, concejal socialista, denunció la corrupción en la adjudicación de las contratas de basura, se ascendió al concejal sospechoso y se expulsó del PSOE al levantisco: la guinda que siempre adorna a los círculos viciosos.
El nuevo Sísifo
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