En España está tan desprestigiada la política que muchos tienden a pensar que la política debiera reducirse a defender las propias convicciones, menos aún, a tenerlas. No está mal exigir convicciones a los políticos, pero las convicciones son solo la base de la política, solo con ellas no se construye ningún edificio, salvo que se trate de un monumento a la autocomplacencia. Las convicciones son necesarias, pero no suficientes. Platón, nada menos, comparó en El Político al buen gobernante con el tejedor, con alguien que sabe conjuntar hebras distintas para hacer un tejido más sólido. Eso es lo primero que tiene que hacer un político, tejer, aunar, crear una red fuerte, un entramado en el que las hebras diversas se potencien, se defiendan y, por ello, se hermosean. Eso es lo que ha hecho grandes a las grandes naciones, y esa ausencia de grandeza en la situación española nos está llevando a la ruina histórica y económica a España y a todos los españoles. Nos merecemos políticos de verdad, con convicciones, pero con el arte de tejer muy suelto, sabiendo que el destino colectivo, de una nación, de un partido, dependen de la sabiduría, la paciencia y la prudencia del tejedor, no basta con decir muy alto cuatro verdades, hay que persuadir, que juntar, que tejer, y estamos demasiado deshilachados como para olvidarlo.