Estar en Buenos Aires es una buena manera de ver a España como en escorzo, aunque sea durante una estancia breve. Los argentinos se nos parecen, pero son distintos, mejores y peores. He estado en una reunión filosófica de buen nivel y ambiente muy cordial, pero, como en España, la cosa transcurre según un cierto principio de la relatividad, todo el mundo puede decir lo que quiera, pero apenas se discute en serio, no estamos para eso. No digo que sea fácil hacerlo de otra manera, pero en Argentina, se hace, es decir, no se hace, a la manera española.
Con la política me parece que pasa un poco lo mismo, solo que aquí tenemos todavía un cierto atisbo de bipartidismo que allí parece ya completamente irrelevante, y eso facilita que se siga glorificando, por ejemplo, a ladrones notorios, para desesperación de la mucha gente honrada que soporta con resignación esa aparente falta de salida, que tal vez sea algo más que aparente por lo que viene durando. En España estamos, a primera vista, un poco mejor, pero es pronto para decirlo, porque aquí también la cleptocracia tiene muchos asientos. En ambos lugares hay que consolidar la democracia haciéndola más exigente, más honesta y más crítica, no es nada fácil, desde luego, pero en algunos lugares se ha conseguido y no hay que darse únicamente a la desesperación de Discépolo. Un ponente criticó mucho a Rorty por su preferencia de la democracia sobre la filosofía, yo creo que ese supuesto equívoco resulta clave en nuestro problema común.
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