Leo una interesante perspectiva sobre la evolución humana de Francisco Ayala que han editado mis buenos amigos José Antonio Gutiérrez y José Luis Puerta y no puedo dejar de pensar en lo toscas que son las verdades que admiten los evolucionistas y en cómo la evolución se está convirtiendo en un dogma. El error, si es que lo hay, consiste en confundir el explicans y el explicandum: parece evidente que hay un cambio temporal de las especies y, si se quiere, evolutivo, pero las explicaciones del tal hecho son de traca, y las hipótesis auxiliares no son mejores. Me fijaré, por ejemplo, en algo que, de pasada, dice Ayala: que la especie humana es el único animal con conciencia de sí. Me gustaría saber cómo ha llegado a estar tan cierto de este tópico cultural. De nuevo se confunde la posesión de un lenguaje sofisticado, aunque no tanto como para evitar la tontería, y reflexivo, con la autoconciencia, y son dos cosas, al menos, distinguibles. ¿Cómo se puede saber que un animal no tiene autoconciencia? Lo que nos dice Ayala, como si tal cosa, constituye una explicación ridícula. Los evolucionistas funcionan como los malos teólogos, que son casi todos, como ya poseen la verdad de antemano, encajan las explicaciones a mamporros y eso será lo que sea, pero no es ciencia. ¡Feliz año!
Viva el e reader
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