Pese a las diferencias que puedan establecer en el futuro los especialistas, la verdad es que los finales del zapaterismo y del felipismo se parecen en muchas cosas. La descomposición de un proyecto político basado en supuestos principios altruistas y nobles nos muestra en toda su crudeza la realidad de una lucha despiadada por el poder, por la supervivencia. Los que en un momento dado fueron todopoderosos, Guerra entonces, Blanco ahora, se ven envueltos en escándalos que desmienten buena parte de sus pretensiones ideales. Las guerras internas resplandecen y no parece haber piedad alguna para los vencidos.
El rumor insistente de la intervención de Bono en los problemas que ahora mismo afligen al actual portavoz, encaja perfectamente en este esquema de guerra de dossieres y amenazas de tirar de la manta que fue también típico del final del felipismo; basta con recordar los casos Roldán y Perote, para establecer algo más que analogías entre ambas situaciones.
No parece razonable sospechar que el CNI se implique ahora en la defensa de la probidad de un personaje bastante amortizado como lo es Pepe Blanco, aunque el “caso Campeón” sea muy típico de final de etapa política. Hasta ahora no se ha hablado de financiación ilegal del PSOE, pero dista de estar claro cuáles son las fronteras precisas entre ese tipo de casos y las imputaciones que ahora se hacen a José Blanco, porque no es razonable pensar en ellas sino como una especie de retórica que sirva para ocultar lo que sería, sin esa piadosa disculpa, un caso demasiado hiriente de provecho personal, que, en todo caso, se ha dado siempre, o casi siempre, que han aparecido esas operaciones de financiación ilegal. A dinero irregular, le corresponden siempre comisiones incontrolables y es normal que los que se aventuran en esos turbios asuntos procuren no quedar enteramente desprovistos de un beneficio personal sustantivo.
La relación entre Bono, un político muy amigo de tirar la piedra y esconder la mano, y notoriamente hábil para la intriga y los negocios de imposible explicación, y el actual ministro de Fomento ha sido siempre escasamente cordial, al menos desde el congreso que eligió a Zapatero. Por otra parte, el ministro Blanco, como corresponde a su cargo en el gobierno, ha manejado cifras muy cuantiosas que son las que parecen estar detrás de todo el extraño caso de la gasolinera, donde hay que estar muy escasos de imaginación para suponer que Blanco se citó para recoger un sobre con billetes morados. Las investigaciones periodísticas apuntan a asuntos de mayor calado que una supuesta comisión por unos cientos de miles de euros, y esa podría ser la información que, conforme a sus obligaciones, estuviese en manos del CNI y que, supuestamente, habría podido llegar a manos de Bono. Todo cuanto ahora se sabe no deja de resumirse en una serie de conjeturas, pero hay un sumario abierto, y muchos amagos, y eso quiere decir casi inequívocamente que algo ha fallado en un plan para obtener beneficios mutuos a cargo del contribuyente. La experiencia enseña que una vez que se rompe el hechizo de la supuesta limpieza en el manejo de cantidades multimillonarias, las noticias fluyen a borbotones, y se acaba por saber lo sustancial, especialmente si alguien se siente perjudicado y está dispuesto a tomarse cumplida venganza, algo muy fácil en las horas crepusculares de los que fueron muy poderosos, y ya no lo son, momento en el que los falsos amigos se toman su venganza.