Escraches

Siempre creí que, pese a la crisis económica, la sociedad española no se dejaría llevar por la senda de la violencia, porque entendía que el PP acertaría a evitarlo. Habría, por supuesto, manifestaciones, pero se reducirían a una alianza entre las protestas de los más afectados, y la rutina politizada de los sindicatos. Hay, sin embargo, una serie de fenómenos que escapan a ese cuadro (escasa conflictividad social con protestas de «afectados» en estrecha alianza con motivaciones políticas), y es lo que tiene que ver con los escraches, una desdichada importación verbal y organizativa desde la Argentina peronista y montonera, que muestra signos de vitalidad y arraigo. Creo que es un fenómeno cuya meditación merece la pena, y que escapa a lo previsible hace unos años, porque el 11M fue muy otra cosa, me parece, aunque su aparición también denunciase problemas de fondo. 
Lo que ha favorecido la vitalidad del escrache ha sido la política de Rajoy, en la medida en que ha llevado a cabo una subida muy general y fuerte de impuestos, y un salvamento  de «la Banca», mal explicado y muy poco exigente con las responsabilidades políticas de los dirigentes de las Cajas que han causado el desastre. Como era de esperar, una política de parches tan mediocre no ha tenido éxito, y estamos entrando en la fase del engaño y la represión de los discrepantes. Si a este  fracaso político, que ha sido precedido de un inaudito cambio de programa,  se le añade la sensación de que la violencia ha servido para obtener réditos, una realidad sangrante que es algo más que una mera sensación, creo que puede comprenderse el éxito del escrache, un camino seguro hacia el botín político, una vez que la política parece no servir para nada, y que el poder se deja derrotar sin mayores resistencias. 
Lo que se adivina detrás del primer plano es una democracia que camina hacia el fracaso, que no sabe vivir sin una deuda insoportable, y en la que no ha habido la energía política para rectificar el rumbo del zapaterismo y hacer que cada cual cargue con lo suyo. 
Cuando no se consigue sujetar la deuda, la Nación pierde de hecho su soberanía y, al no existir un Gobierno capaz de mantener el pulso y recuperarla,  se crea el clima necesario para hacer posible el escrache, y lo que luego venga. 
El Gobierno de Rajoy, con su miope lectura de la realidad política y con su apuesta por políticas de continuidad creyendo hacer lo necesario para recuperar la economía, está obteniendo el mayor fracaso posible ante la mejor oportunidad que nunca haya tenido el centro derecha en España para hacer política en serio y a fondo. 
El daño que  nos está haciendo el error Rajoy es incalculable, y el escrache es el primero de los síntomas de descomposición de este desastre político, algo con lo que nadie sensato podía contar hace año y medio, pero que ya es desgraciadamente cierto.
e-reader y tabletas pequeñas de Windows