Febril como estoy, me he asomado algo más de lo corriente a la tele, y he reparado en tres ejemplos de una costumbre muy nuestra, y muy paleta, consistente en elogiar cualquier cosa diciendo que está considerada como lo mejor del mundo, se entiende que en su género. En este caso, y en un único día, lo he oído decir de los bomberos de Madrid, de una unidad de rescate de alta montaña de la Guardia Civil, y de un taller de restauraciones de automóviles clásicos.
Es curioso que sepamos compatibilizar tan bien nuestro patrioterismo de campanario con la costumbre de denostar, tal vez con algo mayor fundamento, las cosas más variadas por el hecho de ser españolas. Se ve que no nos gustan los matices ni las precisiones, o los mejores, o una auténtica porquería.
Somos amigos de la hipérbole y enemigos de la comprobación; queremos que nuestra palabra sea ley, y lo mismo que, en ocasiones, no reparamos en elogios, otras veces pensamos que los demás atan los perros con longaniza.