En qué manos estamos

Se atribuye a Joaquín Garrigues Walker la afirmación de que si los españoles supiesen las cosas que se hablan en los consejos de ministros saldrían corriendo hacia Barajas. Tranquilícense, porque las deliberaciones de los ministros siguen siendo secretas. A cambio, y por algo se empieza, hemos sabido lo que les decía un telefonista del SAMUR a  los jóvenes que trataban de pedir auxilio para las víctimas del Madrid Arena, y, aunque no me parezca demasiado adecuado comparar a un ministro, que es un interino,  con ese servidor público, que seguramente tendrá plaza fija, hay que reconocer que esa conversación pone los pelos de punta. No voy a fijarme en un trabajador, probablemente lleno de buena voluntad, pero sí en la ridícula incompetencia de uno de tantos servicios municipales que tras una fachada de diseño, que a saber cuánto ha costado, ocultan una desorganización y un descuido más propia de una república bananera que de una ciudad que se supone moderna y bien gestionada.

Lo que ha ocurrido en el Madrid Arena debería ser la oportunidad para someter a una auditoria general a los servicios y procedimientos municipales, naturalmente con luz y taquígrafos. No se puede ocultar la responsabilidad política  que hay tras un suceso tan grave y que ha puesto de manifiesto conductas y procedimientos tan impresentables y peligrosos pero que, al parecer, se dan por excelentes en la casa de la Villa. Se comprende que el gobierno municipal se resista a este escrutinio, aunque las responsabilidades vengan, sin duda, de muy atrás, pero lo que no se entiende es la pasividad de la oposición, aunque tal vez responda a ese tipo de solidaridad que ha permitido al actual Ministro de Justicia, y anterior alcalde, indultar a delincuentes notorios por el mero hecho de ser de CiU, unos patriotas, vaya.
[Publicado en La Gaceta]
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