Parece que Yoko Ono, que, en su juventud, cuando aún no había conocido a John Lennon, se empeñó en varias campañas contra la forma de administrar las penas en EEUU, porque consideraba erróneo el principio de que las víctimas tuviesen alguna clase de control en la administración de los castigos, al estimar, con buenas razones, que eso era algo demasiado cercano a la venganza, se niega ahora a conceder permiso para que el asesino de Lennon pueda salir a la calle, tras superar diversos controles que avalan su rehabilitación y que harían posible su salida, de no mediar el ceño de la viuda.
¡Qué se le va a hacer! Nadie espera que las celebrities sean más consecuentes que la media, pero no deja de ser ejemplar esta noticia, caso de ser enteramente cierta, que no me consta, porque pone de manifiesto lo endebles que resultan algunos argumentos de los progresistas, de los que arreglarían el mundo en un instante, si les dejasen, claro es que siempre que esa solución no les afectase lo más mínimo en sus intereses.