En mi tierra, descubriendo eufemismos

Esta mañana, mientras desayunaba en Oviedo  a la espera del acto de presentación de Vox, mi enhorabuena a Ana María Álvarez y a Javier Jové porque salió de maravilla, he descubierto otro eufemismo oficial a la caza de ingenuos. En política, en mala política que es la más frecuente, los eufemismos están a la orden del día: se usan expresiones engañosas, naturalmente con intención de engañar. Por ejemplo, llamar al aborto interrupción voluntaria del embarazo, IVE, incluso, para mejor taparlo, es un eufemismo como una casa, porque quien aborta no interrumpe nada, ya que sólo se puede interrumpir aquello que se puede reanudar, y ya me dirán como se reanuda un embarazo, pero la cosa coló y eso siempre ayuda a disimular su dimensión dramática, a dar un paso más hacia ese disparate que es considerar que el aborto sea un derecho. Pero no quiero descubrir ese Mediterráneo de las mentiras sobre el aborto.
Mi descubrimiento de hoy va de impuestos, sí de que el Estado y sus múltiples máscaras nos arrebaten el fruto de nuestro esfuerzo. Es obvio que tiene que haber impuestos, pero los que creemos que deben ser los menos posibles, los compatibles con unos servicios cívicos esenciales, queremos que se llamen impuestos, que se sigan llamando impuestos para que se vea lo que son, algo que se nos impone. Pues bien, los expertos dispuestos a disimular  la borrachera impositiva de Montoro se han sacado de la manga un término que promete: ya no hablan de impuestos, sino de ingresos del Estado, como si el Estado fuese una actividad productiva, un negocio, y aunque ya sé que apara algunos es un negocio inmejorable, lo que quieren es que olvidemos de que el Estado nunca nos da nada que no nos haya quitado previamente. El Estado no tiene ingresos, nos impone sus gastos, y aunque sea lógico un cierto nivel de gasto, el ejército, la diplomacia, la Justicia, algunas actividades educativas y sanitarias, y poco más, lo que no podemos es consentir que se nos haga pensar que el Estado se gasta lo que ingresa, porque no es así, se gasta todo lo que nos quita directamente y lo que quitará a nuestros hijos y a los hijos de nuestros hijos produciendo una deuda monstruosa. Nada de ingresos del Estado: impuestos, ¡y menos!