José Bono lo deja todo atado y bien atado


José Bono es un hombre de recursos y que no duda en inspirarse en toda clase de fuentes cuando se trata de conseguir lo esencial. Ahora, al imponer un abrupto final en la comisión parlamentaria que lleva las relaciones con el Tribunal de Cuentas se habrá inspirado, sin duda, en lo conveniente que resulta dejarlo todo atado y bien atado, conforme a las enseñanzas recibidas en sus años mozos.
Al dar este carpetazo, ha impedido que los diputados ahonden en un tema que él conoce bien, y en el que está seguro de que no hay nada que, saliendo a la luz, vaya a redundar en su bien ganado prestigio de hombre hacendoso y capaz de construir, tacita a tacita, un envidiable patrimonio.  Pretende enterrar así  un asunto que podría traerle algunos quebraderos de cabeza con quienes no acaban de estar convencidos que las lecciones de economía doméstica de Bono, indudablemente exitosas, puedan servir de texto en cualquier escuela de negocios.
El informe en el que se trabaja, afecta de manera muy directa  a la fiscalización de su etapa como presidente al frente de la Junta de Castilla-La Mancha, y en particular a lo que se conoce como “caso Seseña”, un asunto que nada tuvo que ver, seguramente, con los afectuosos detalles que el constructor de esa ciudad, ha tenido con Bono y su parentela más inmediata, como el Porsche Cayenne que le regalo a la entonces esposa del avispado político, que fue, además, uno de los grandes benefactores de la Hípica que  Bono levantó sacrificadamente para satisfacer las querencias ecuestres de uno de sus vástagos. El presidente de las Cortes ha debido pensar, en un arranque de humildad, que no pretende que le vitoreen, y que ya es sobradamente conocido lo mucho que él ha hecho siempre que ha podido por facilitar viviendas dignas a sus paisanos.
El “caso Seseña” constituye, sin embargo, uno de los casos más irregulares y sorprendentes en la poco ejemplar historia del urbanismo nacional.  Al constructor Francisco Hernando (conocido como “El Pocero”) se le concedieron toda clase de facilidades para llevar a cabo una operación urbanística que afectaba a 1,8 millones de metros cuadrados, y que acabó en la construcción de una urbanización que puede ponerse como ejemplo señero de la cultura del ladrillo. Construir unos miles de viviendas en unos terrenos que poco antes habían sido terreno rústico, y apenas nada valían, es hazaña reservada a muy pocos.
Ahora, la diligencia de Bono en dar carpetazo a un caso que le afecta, trata de evitar que el informe pueda quedar pendiente hasta la próxima legislatura en la que, presumiblemente, ya no podrá controlar con tanta autoridad los ritmos de la investigación y el alcance de sus conclusiones. Los socialistas han hecho causa común con los interese de Bono, muy lejos de cualquier intención de esclarecer definitivamente las cosas y han impuesto, contra la costumbre de aprobar los diversos trámites de este tipo de informes por unanimidad, su ritmo acelerado para terminar cuanto antes la faena.
Aunque el recorrido parlamentario del caso llegue a su fin por el empeño de los afectados, subsistirá la vía jurisdiccional que se sigue en el Tribunal de Cuentas para depurar responsabilidades que están en la raíz de las irregularidades y modificaciones del planteamiento no justificadas en el interés general que se han detectado. Bono se esfuerza en lo contrario, pero la democracia exige que se sepa de una buena vez lo que causó tantos atropellos al interés general, y que se enjuicie a quienes se hayan beneficiado ilícitamente de semejantes artimañas.

Siempre ha habido clases, y Bono nunca ha sido sospechoso

La reciente y súbita detención de Teddy Bautista puede servir de contrapunto para estimar la enorme suerte que siempre ha acompañado a José Bono en las abundantes peripecias judiciales en las que ha ido a parar debido al estrafalario tamaño de su patrimonio.  Las riquezas de José Bono han crecido muy por encima de cualquier índice normal de progreso económico, de manera inexplicable e inexplicada, pero el político ha tenido la suerte de que los fiscales, actuando muy sumisamente a las órdenes del gobierno, nunca hayan destinado la menor atención a los orígenes de una fortuna tan notoria. En este caso, muy al revés que en el de Teddy Bautista, los fiscales no han sentido ninguna necesidad de investigar, dejando que la opinión pública se haga una imagen fabulosa de la astucia y la pericia del manchego para, tacita a tacita, acumular un patrimonio inmobiliario y mercantil tan considerable, y que excede con mucho al que pueda arracimar cualquier servidor público mínimamente decente. Es una pena que no se le den a José Bono las posibilidades de explicarse que, sin duda, merece, porque los españoles creceríamos enormemente en nuestra cultura empresarial y financiera, y aprenderíamos a crear un imperio a partir de los sueldecitos y pequeños negocios que puede tener cualquiera.
Ahora empieza a saberse que una mano amiga está tratando de echar tierra al asunto de las más de 200 irregularidades urbanísticas detectadas en Seseña, y que fueron pasadas por alto por todos los órganos competentes  de la Junta de Castilla la Mancha, en la urbanización cuyo promotor tuvo el detalle de regalar un Porsche a la entonces señora de Bono. Algo parecido le ha ocurrido a la SGAE, que sus cuentas le parecían de rechupete al Ministerio de Cultura, pero ahora resulta que no estaban tan claras, porque seguramente a Rubalcaba le puede venir bien que la justicia le meta mano a un tipo tan impopular, nada que tenga que ver con Bono cuya limpia ejecutoria seguirá siendo el espejo en el que se miren los socialistas.
No cabe esperar que el Fiscal muestre con Bono la diligencia que ha desplegado con Teddy Bautista, pero sí habría que exigir que la Comisión parlamentaria que ha de examinar los informes del Tribunal de Cuentas no se dedique a disimular las graves carencias que ha detectado un organismo que tampoco parece tener ninguna manía persecutoria hacia ningún político. Según fuentes muy cercanas al  caso es muy llamativa la extraña diligencia que está mostrando Isabel Pozuelo, la presidenta de la Comisión parlamentaria que estudia los informes del Tribunal de Cuentas. La señora Pozuelo, socialista, por más señas, nunca había mostrado el menor interés en que se analicen las abundantísimas irregularidades que el Tribunal detectó en el caso Seseña, durante el mandato de Bono en Castilla la Mancha, y con alcalde del mismo partido. La señora Pozuelo, que siempre había aplicado a este asunto la lentitud que convenía a sus intereses, está experimentando un súbito ataque de celeridad tratando de dar carpetazo al asunto. Perdido el poder para los socialistas tras las elecciones, tanto en Seseña como en Castilla la Mancha, los del PP podrían tener la tentación de investigar esos y otros asuntos, conforme a la promesa de transparencia que figura en su programa electoral y la señora Pozuelo se apresta al corte, al carpetazo. Seguro que es algo que Bono lamenta, deseoso como está de acreditar que nada tuvo que ver con esa cumbre del ladrillazo  que se alza en las inmediaciones de Seseña.  
El canon y la vergüenza