El persistente error de Divar

El señor Presidente del Supremo y del Consejo General del Poder judicial pretende dar hoy explicaciones de lo que ha hecho, mal por supuesto, y alega que lamenta el mal causado al Consejo. Pues muy mal, una vez más. Lo importante no es el daño que le haya causado al Consejo, que cierto es, sino el daño que nos hace a todos nosotros, a España y a su prestigio moral, a nuestra imagen pública como Nación, a nuestra credibilidad, y no tanto porque este atildado personaje se haya gastado ilícitamente unos cuantos miles de euros, lo que, para nuestra desgracia, es moneda común, sino porque está utilizando sus resortes de poder para que algo que está indiscutiblemente mal, un proceder por lo que cualquier chorizo pagaría, y durísimamente, se le pase a esta Señoría por alto, se blanquee, y aquí no pase nada. Esto último es lo que es absolutamente intolerable, además de que lo primero constituye muy probablemente un delito, menor, tal vez, pero delito, del que está claro que hay indicios, diga lo que diga la Fiscalía, de manera que usted deberá irse a su casa, para empezar, para que, la menos podamos sacar un ejemplo, ya que no de su conducta, si de la unánime repulsa que ha merecido, que debería merecer, a derecha y a izquierda.
La descortesía