Los insolventes al poder

Hay dos noticias que, aunque no tengan nada que ver, me parece que pueden tomarse como signos de una ventolera de estupidez bien instalada en determinadas alturas. La verdad es que la estupidez nunca ha estado mal situada, porque la inmensa muchedumbre de los memos funciona como una mafia, y no perdona.

Me refiero, por este orden, a la chapuza del FBI utilizando el pelo de Llamazares, que estará encantado de contribuir a la inacabable campaña antiamericana de afrancesados e izquierdistas, y al acuerdo de la Universidad de Sevilla para tutelar los derechos de quienes hayan sido sorprendidos copiando en un examen.

Como todos los organismos monstruosos, el FBI debe de estar enteramente infectado de tontos del más diverso género. Los tontos, como se sabe, forman un sistema muy estratificado al que, prácticamente, nadie es por completo ajeno, especialmente si consideramos que además de ser tonto, se puede hacer el tonto y cometer alguna tontería eventual. Pues bien, uno de los estratos más espesos de tan abigarrada multitud es el que ocupan los tontos adoradores de la fama. No me cabe duda de que el agente del FBI que se fijo en la pelambre de Llamazares pertenece a este grupo de tontos esclavos del deseo de notoriedad. Estoy dispuesto a asegurar que habrá hecho más pifias del mismo estilo para garantizar su paso a la posteridad, pero no siempre se tiene la suerte de escoger a un personaje mundial, como es Llamazares. Ahora, la burocracia le relegará a tareas de menos riesgo, como la de dar sombra al botijo y cosas así, por lo que disminuirán nuestras expectativas de regocijo respecto a las performances de la agencia americana. Una pena.

La cosa podría arreglarse si le aplican al agente la tontada universitaria sevillana, si se estudia a fondo y por una comisión tripartita y paritaria, el supuesto resbalón del agente especialista en ciencias capilares, pero no creo que en el FBI sean tan progresistas como en la Universidad de Sevilla.

La tontada sevillana nos una hazaña solitaria como la del inquieto agente especializado en calvas y macetas; pertenece, por el contrario, al género de las idioteces burocráticas y de comité, un terreno en el que los tontos pueden asociarse, y en el que suelen obtener grandes sinergias. Resulta que si un profesor pilla a un alumno copiando en un examen (habría que ponerlo con cursiva, pilla, para que entendamos que solo pilla de manera presunta), ya no podrá interrumpir la fecunda tarea de obtener información que el alumno llevaba a cabo, y que, en buena lógica, haya de ser una comisión paritaria (de profesores y alumnos) y democrática (seguro que lo es, aunque no lo han dicho) la que decida si, finalmente, el alumno estaba teniendo una conducta socialmente inaceptable, o se limitaba a buscar alguna apoyatura mnemotécnica al despliegue (memorístico) de sus saberes. Es un gran paso, no cabe duda. No sé si se habrán dado cuenta de que la despenalización de esta conducta sigue los mismos pasos lógicos que la despenalización bibiánica del aborto: acabar con el delito por el procedimiento de declararlo inexistente. Cabe imaginar el indisimulado orgullo con que la universidad hispalense podrá dar cuenta, donde quiera, de que el porcentaje de sus exámenes copiados es nulo. ¡Qué avances, Dios mío! Y luego dicen que Andalucía está harta de treinta años de gobierno socialista… ¡Ahora que empieza a descubrir los frutos más granados de una doctrina tan fértil y creativa!

Sin embargo, hay una cosa que no me cuadra en este bosquejo, y es que Llamazares se cabree; si yo no me equivoco, Llamazares habrá saludado con alborozo el avance pedagógico sevillano, pero se muestra molesto, sin embargo, porque le hayan copiado su pelambrera. Esto debe ser lo que se llama las contradicciones del capitalismo en su fase terminal, un tema que Llamazares conoce al dedillo.