Creo que lo que dice Gide en su Journal de los buenos sentimientos y la literatura se debe aplicar, a fortiori, en la política. He vuelto a recordar esta idea al escuchar el tipo de cosas que parece salir de las asambleas de indignados en reclamación de más democracia, de una democracia real.
Sigo pensando que la mayoría de los que se reúnen lo hacen con la mejor intención, y con sobrados motivos, pero es muy difícil que acierten a pensar algo coherente. En realidad no hay mucho que inventar, sino hacer bien las cosas que se hacen mal, y rehacer bien las cosas que se han estropeado; esto es poco romántico, pero, a cambio, es factible, aunque sea difícil decir cómo.
¿Puede ocurrir un milagro? ¿Puede suceder que de las dinámicas que se están desencadenando en la Puerta del Sol salga algo que merezca la pena? He visto a gente que narra con arrobo alguna de las escenas que allí pueden contemplarse, pero no creo fácil que ocurra nada que pueda ser memorable, salvo que muchos salgan de allí con la idea clara de cuáles son los caminos que no conducen a ninguna parte, o, peor aún, a soluciones demasiado bien conocidas y, en el fondo, temibles y terribles. De alguna manera, todo esto está en juego y para que las cosas salgan bien se necesita, entre otras cosas, mucha suerte, algo que en España ha escaseado, pero en fin, veremos en qué para todo esto.