El poder de la mentira

Revel escribió que «la primera de todas las fuerzas que dirigen el mundo es la mentira”, y eso que al no ser creyente, no tendría presente el cúmulo de reticencias de la ascética cristiana frente a los embelecos y añagazas del mundo. Es comprensible que los poderes que no profesen y respeten principios que se lo impidan, recurran a la mentira en su desenfrenada carrera por eliminar cualquier clase de límites, porque la mentira no solo promueve el engaño, sino algo, en cierto modo, más grave, la confusión, la impotencia, la incapacidad para distinguir la verdad de lo que no lo es.
Las sociedades no han dejado de ingeniar medios para evitar que el poder de la mentira juegue con ellas, y ese es, se supone, el sentido que tiene la libertad de información, la presunción optimista de que habiendo una gran variedad de fuentes será más fácil distinguir el grano de la paja, pero  hay que reconocer que, aunque sea posible hacerlo son muchos los inocentes, y los memos, que quedan atrapados en cualquier red de mentiras medianamente bien orquestada. 
Una sociedad sana debería despedir al político mentiroso, aunque aquí abunden los que  le consideran un tipo hábil y hasta simpático. ¿Qué no decir de un medio de información que se dedique sistemáticamente a campañas de encubrimiento, a ocultar lo que sabe y a extender lo que es falso? No hablo de un caso imaginario, aunque ese periódico se sigue comprando, porque hay quienes lo leen como si fuera el Catecismo, otros creen que esa mentira les beneficia, y a algunos, en efecto,  les favorece mucho.  Les voy a dar una pista: con frecuencia, quienes más critican a Goebbels (“una mentira mil veces repetida se transforma en verdad”) son quienes mejor aplican sus enseñanzas para disimular los favores que, por ejemplo, le deben al casero.

[Publicado en La Gaceta]

Buenas perspectivas