El champán de los pobres

Estos días ha habido numerosas oportunidades de recordar el dicho de un viejo amigo según el cual el sexo es el champán de los pobres, o una versión todavía más despectiva y clasista que reza que el sexo es cosa de albañiles, esto lo dice una buena amiga. Me he acordado de estos dictámenes porque, como de repente, España entera parecía no tener otra cosa de que hablar: que si los Dragó o los Sostres, que si la Nebrera o el video de Montilla, que si un candidato se desnudaba y en otro partido hacía un papel estelar una figura del porno. No es gran cosa, como se ve, pero llama la atención la tinta que se ha hecho verter con tanta nadería. Va a ser que nuestra pobreza no es ya solo material sino intelectual y moral, y, como para confirmarlo, han aparecido legiones de moralistas mojigatos pidiendo la cárcel para quien se atreva a aludir, sin ni contarlo siquiera, a lo que se llamaba antes un chiste verde. Esta cruzada moral contra la indecencia es otro signo de pobreza muy grave, es la muestra de que muchos no solo tienen vacíos sus bolsillos sino hueca la cabeza, y no de tanto pensar.