Las encuestas son implacables, a la vez, con Mariano Rajoy y Alfredo Pérez Rubalcaba. Pese a lo que cupiera esperar, no suben, en igual medida, en lo que se refiere a UPyD y a IU, y son varias las razones para que esto sea así. Desgraciadamente, da la sensación de que los nuevos partidos, e IU siempre lo es, repiten el viejo modelo de los grandes, de manera que hay que tener una excesiva candidez para optar por ellos pensando que esa pueda ser la solución. Yo, sin embargo, no lo descartaría, si acertaren a hacer bien su trabajo. Antes, en cualquier caso, debe resolverse una cuestión previa, la de determinar si el nivel de mansedumbre de los militantes y votantes del PSOE y del PP es infinito, o si tiene un límite, por laxo que parezca. Es gracias a los que no tienen esperanza, por lo que se nos da toda esperanza, decía Benjamin, con cita bíblico izquierdista. El sistema no tiene arreglo sin una revolución interna, sin un cambio profundo de la gobernanza de los partidos (ya sé que es una frase tonta, pero algo hay que hacer para llamar la atención), sin que las cúpulas sean depuestas por las clases medias, y se imponga una moral distinta, una moral en la que, por ejemplo, vuelva a tener cierta importancia el servicio al país, a España, en lugar del bussiness as usual, la corrupción y el ¿qué hay de lo mío? Sin embargo, la esperanza es un buen desayuno, pero una mala cena, y está empezando a atardecer.