Hoy he almorzado con un amigo sabio que me ha estado contando cómo, a su manera de ver, los partidos españoles se han lanzado a esto de las redes sociales y FB y todo lo demás, como si eso fuese decisivo y él creía que no lo es; yo tampoco lo creo; tengo mis dudas de que lo haya sido en EEUU, como se repitió tanto a propósito de Obama, y ya ven, pero estoy seguro de que aquí no es sino una forma más de perder el tiempo y de gastar el dinero a las que tan aficionados son algunos de los chicos listos que hay en las cúpulas de los partidos, por decir algo. Ayer comenté en mi blog de cultura digital la lectura de un artículo de Malcolm Gladwell que acaba de publicar la Revista de Occidente y que era muy crítico con las supuestas influencias decisivas de las redes: no resumiré lo que dice, para que no se diga que no recomiendo la lectura de papel, pero me parece que su argumentación es perfecta (también en digital, aunque en inglés). A mi, cuando me he reunido con expertos de esta clase de actividades, siempre me ha llamado la atención que las cifras que dan de sus clientes, y que les parecen grandes, son en realidad, muy cortas en relación con las poblaciones concernidas, de manera que creo que estamos ante un fenómeno de exageraciones mutuas, y lo dice un convencido de la importancia de la tecnología digital, pero por razones muy distintas, y en parte por llegar, que las de las redes o la moda anterior de la Web 2.0 que también sirvió para dar bastante la tabarra. ¿Creían ustedes que iba a hablarles de las diferencias entre EEUU y España?, con lo dicho me parece que ya les he dado una pista.
A propósito de Vargas Llosa y Nicholas Carr
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