Una encuesta reciente de Intereconomía Televisión, que, sin pretender ser científica, sí ha sido honesta con los entrevistados, nos ha ofrecido un testimonio más de que el presidente está empezando a perder credibilidad entre los suyos. Los porcentajes de adhesión a su tarea, con ser altos, están muy por debajo del nivel habitual de aceptación de la izquierda. Parece que cada vez son más los españoles que piensan que Zapatero es una desgracia inmerecida.
España está en medio de una gravísima crisis económica, que siempre ha sido negada por un gobierno que, coherente a su manera, tampoco está haciendo nada por salir de ella. Por si fuera poco, cada día se nos aflige con un nuevo disparate y ya no sabemos qué cara poner de la vergüenza que nos da estar en tales manos. Es muy significativo lo que tanta gente repite: el peor gobierno… y la peor oposición. Naturalmente, quienes saben que en la política se juega con algo más que con palabras, están ya muy poco dispuestos a soportar la facilidad de Zapatero para decir vaguedades con tono de solemnidad, mientras es incapaz de hacer nada positivo.
Son muchos los españoles que valoran muy escasamente la situación internacional, seguramente prisioneros de un esquema muy simple que contrapone buenos y malos. Es normal, hasta cierto punto, que los buenos de Zapatero sean quienes son, Castro, Chavez y Evo, pero no hay manera de comprender la mansedumbre con la que se aceptan las chulescas marrullerías de Marruecos o las amenazas de los… ¡gibraltereños! En este clima de auténtico desprestigio de España no es raro que aumenten a toda prisa los valerosos independentistas regados con el dinero de Madrid (léase Madrit). Cualquier español mínimamente viajado, puede comprobar la irrelevancia internacional de España, y que estamos empezando a ser la comidilla de Europa, donde según sus promesas íbamos a ser centrales, y donde no se nos hace el menor caso, reducidos, como estamos, a la condición de enfermo holgazán que no se toma la medicación adecuada porque resulta desagradable.
Volviendo a la encuesta, también nos advierte que quienes creamos que Zapatero está siendo un pésimo gobernante, tenemos motivos para reflexionar, porque el nivel de quienes todavía le apoyan está muy alto; que, con todo lo que está pasando, un treinta y ocho por ciento se manifieste partidario de darle otra oportunidad no deja de ser asombroso, y seguramente no es casual. Todos los que pensamos que la destitución pacífica de Zapatero, mediante voto de censura o mediante las urnas, es una necesidad y una urgencia, deberíamos preguntarnos si se está haciendo lo que hace falta para lograrlo, o si estamos dispuestos a esperar estoicamente la caída de la hoja… que lo mismo no llega con esto de la lluvia fina y el cambio climático.