Hoy es uno de esos días en que se puede comprobar en Madrid cuál es la forma de comportamiento de los sindicatos. Una huelga de origen político, no pueden con Esperanza Aguirre, hace que sufran millones de trabajadores, muchos de ellos con una situación personal y laboral infinitamente peor que la de los huelguistas. A los capos de los sindicatos les importa un carajo el sufrimiento de los que llaman sus hermanos, sus compañeros, lo único que intentan es que el Gobierno de Madrid se rinda ante sus métodos. Espero sinceramente que no lo consigan. De cualquier manera, debería estar claro que no están ejerciendo un derecho, sin abusando de ellos, bordeando el delito, sino es que delinquiendo a pleno sol por saberse, o creerse, intocables.
Los motivos que esgrimen no pueden ser más atrabiliarios. Resulta que un convenio firmado por ellos no puede ser alterado por un Decreto de Cortes tomado como medida ante la gravedad de la crisis, una crisis de la que los dirigentes sindicales son más culpables que víctimas. Lo de la soberanía siempre les ha importado un pito a los poderes fácticos sindicales, a los que tienen su propio ejército piquetero. Creo que la cosa está clara, dolidos por el fracaso en la huelga de funcionarios, y temerosos del fiasco que será la huelga general, han decidido, con esa lógica marxista cañí en que son maestros, abofetear a Esperanza Aguirre que no es de los suyos, y demostrar a su costa que tienen mucho poder, que ellos mandan cuando quieran y lo que quieran. Así seguirá siendo, mientras se lo consintamos.