La presidenta del PP madrileño es una persona realmente muy singular. Como todo el mundo, tiene virtudes y defectos, pero visto lo que se ve en la política, a mí, al menos, me parece que Esperanza Aguirre es casi completamente ejemplar. De hecho es objeto de amores y odios, pero los odios suelen venir de sus enemigos, que son escogidos pero abundantes, y el amor de esa muchísima gente que en cuanto ella se descuida la apretuja, la besa y la piropea. Como lider popular es casi inmejorable. En cierta ocasión, contemplé atónito como se enfrentaba con un grupo aguerrido de, digamos, sindicalistas, que se habían propuesto comersela cruda. Pero, como además de sindicalistas eran enfermos, y estaban allí con sus familias, Esperanza aguantó a píe firme el varapalo y, después de horas de diálogo en medio de la nada, se los acabó ganando, de modo que la despidieron con vitores y una nube de abrazos, besos y parabienes. Por cierto, en aquella ocasión la presidenta tenía toda la razón y sus adversarios, que dejaron de serlo, toda la mala uva del mundo, pero no pudieron con ella. Yo conozco a más de un político, y no de los malos, que habría despachado aquel tumulto llamando a la Guardia Civil, pero con Esperanza ese no es nunca el caso. Dicen que su lema es “pico y pala” y a fe que lo cumple en jornadas agotadoras.
Ahora Esperanza Aguirre está amenazada por una de esas enfermedades que han amargado y han roto la vida de muchas mujeres. Desde aquí quiero enviarle un testimonio de solidaridad y de cariño, de mi parte y de la de mi familia, y decirle que estoy seguro de que acabará venciendo a ese enemigo cobarde e insidioso: es su costumbre.