Si este gobierno se dedicase al circo, sin duda le crecerían los enanos. Tras tanto debate inútil sobre las intenciones ocultas del disparate zapateresco al impulsar la legalización de Bildu, podemos asistir en directo al despliegue de los efectos de un empeño tan necio y tan cobarde.
Si alguien ingenuamente pensaba que se trataba de normalizar la vida política en el País Vasco, ya tiene motivos para desengañarse. Bildu no piensa limitarse al bofetón simbólico que representa descolgar el retrato del Rey, sino que ha empezado, con prisa y sin ninguna pausa a aplicar la alternativa Kas, la política de ETA expresada en toda su crudeza y por encima de cualesquiera obstáculos, haciendo caso omiso de los derechos de los ciudadnos y de las leyes que constituyen el marco que tan absurdamente se ha puesto a sus píes. A Bildu, como a toda fuerza totalitaria, las leyes le dan risa, lo único que van a tener en cuenta es su mitología nacionalista, secesionista y radical, su empeño liberticida. Una fuerza que ha sido capaz de asesinar y de ensalzar a los que han cometido centenares de crímenes particularmente horrorosos no va a andarse con chiquitas ahora que la inaudita sentencia del Constitucional los ha cubierto con el manto de la legalidad y les ha otorgado una aparente legitimidad democrática, aparente porque no tiene nada que ver con la democracia quien no respeta en absoluto los límites del poder y el respeto a las leyes vigentes.
Bildu no ha llegado a las instituciones para administrar democráticamente los asuntos ordinarios que gestionan las instituciones. Bildu es una fuerza que está controlada íntimamente por una fuerza terrorista que conoce muy bien las debilidades y cobardías de la democracia española, y que está dispuestas a explotarlas sin el menor recato, sin temor alguno a las críticas que su actuación pueda suscitar, sin tener en consideración ningún supuesto impedimento, porque no entiende otro lenguaje que el de la violencia y la imposición.
Bildu no va a tener ninguna cautela mientras tenga enfrente a un Gobierno pusilánime que no se va a atrever a hacer nada para defender el orden constitucional, para proteger a la mayoría de los vascos de la dictadura de este grupo totalitario y al conjunto de los españoles del secuestro de la democracia que Bildu ha podido llevar a cabo con la paradójica ayuda de unos votos que han crecido, como era de esperar a la vista de los antecedentes, con la insensata ayuda de quienes han querido presentar a Bildu como víctimas de una injusta restricción.
Lo que pudiera dar de sí un personaje como Garitano, redactor jefe de Egin que sacó una portada con el siguiente titular: «Ortega Lara vuelve a la cárcel», el día que Ortega Lara fue liberado, era perfectamente previsible, de manera que la fingida indignación de quienes ahora parece que no se lo esperaban es realmente intolerable. Los que han urdido la legalización de Bildu son responsables de lo que están tramando, de lo que pueden llegar a perpetrar. Hay que esperar que un Gobierno fuerte y decidido a defender la libertad de todos sepa poner a estos aventureros totalitarios en su sitio, fuera de unas instituciones de las que nadie puede burlarse convirtiéndolas en parapeto para disparar mejor sobre los ciudadanos indefensos.
Ni la Guardia Civil ni el Ejército van a abandonar el País Vasco, pero todos vamos a sentirnos más incómodos y en peligro por culpa de la transgresión a la Constitución y la sumisión de unos jueces dispuestos a halagar hasta la nausea a un Gobierno irresponsable.