La última y descompuesta etapa de Zapatero en la Moncloa amenaza con salirnos muy cara. El Presidente, fiel a su programa de desguace del pacto constitucional, está dispuesto a pagar a precio de oro el apoyo mercenario de los grupos parlamentarios que le sostienen a cambio de dádivas inicuas, inimaginables siquiera para ellos, como confesó hace unos días en un arranque de sinceridad irreprimible el portavoz del PNV que reconoció que nunca había conseguido tanto con tan poco esfuerzo. En este punto, al menos, Zapatero ha sido coherente desde el principio: todo con los nacionalistas, nada con el PP, aunque sus patadas al buen sentido han maltratado a todos. En realidad, su política ha sido siempre concebida con esa regla, porque ha visto en ella la paradójica definición de una estrategia de reforma de la Constitución sin que parezca que nada se ha alterado.
Que el presidente haya salido parlamentariamente indemne del tijeretazo social y de la reforma laboral, dos normas que son, a la vez, insuficientes y perversas, o que vaya a conseguirlo también ante los indefendibles presupuestos para el 2012, nos va a suponer a los españoles de a píe una factura abusiva, injusta e insoportable, justo lo contrario del beneficio oportunista que obtendrán en la oscuridad de estos tiempos muertos los bucaneros nacionalistas.
Las intenciones de los nacionalistas, que, con este Gobierno, no han tenido la menor necesidad de disimular sus intenciones contrarias al interés general, han quedado inequívocamente fijadas en las propuestas de resolución del debate sobre el estado de la Nación: austeridad para todos, financiación, amabilidad y liquidez para sus caprichos. Aunque cada vez sea más urgente el adelanto electoral, Zapatero y Rubalcaba se avendrán a incluir las exigencias nacionalistas en las cuentas estatales para el próximo año porque no quieren arriesgarse a que una derrota parlamentaria en toda regla culmine una legislatura tan lamentable. Como cuando hay apuros no hay apoyo pequeño, también los socios de Coalición Canaria han conseguido que Zapatero y Rubalcaba dieran el sí a sus propuestas, cueste lo que cueste, e incluso los del BNG han tenido la oportunidad de demostrar a los gallegos lo útiles que son sus técnicas de extorsión en el Parlamento de Madrid, lo bueno que es para los nacionalistas que gobierne esta izquierda que sigue creyendo que lo de la nación una idea discutida y discutible, siempre que hablemos de la nación española, por supuesto.
Para quienes piensen que no hay forma de entender esta absurda generosidad residual de Zapatero y Rubalcaba, que se hundirá con él, bastará con recordar que ambos se comportan con una fidelidad perruna a su interés, a su idea de que una España fragmentada, débil y confusa es lo que más conviene a su partido, porque es la única manera que adivinan, en su cortedad, para conseguir una relativa mayoría socialista, pero, además, porque, aunque estén ciertos de que su hegemonía esté acabada, necesitan prolongar su permanencia en el poder con el fin de encontrar buenos empleos a su cúpula partidaria, y es evidente que esa es una tarea que requiere mucho tiempo a la vista de la cualificación profesional de los personajes que andan a la espera de un momio de seis cifras, ya que no cabe esperar que el prodigio de la colocación de Bibiana Aído en las Naciones Unidas se reproduzca con excesiva frecuencia. Ahora, por tanto, además de padecer los enormes errores políticos y económicos del zapaterismo, nos toca apechugar con las indemnizaciones por cese que reserva para los más fieles.
El escándalo de Ramoncín
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