Los Bancos tratan de lavar su imagen


Varias de las noticias de los últimos días han puesto de manifiesto que los grandes señores de la Banca parecen haber caído en la cuenta de que amplios sectores de la opinión les miran con poco afecto. La decisión del Santander de facilitar el pago de las hipotecas a parados y familias con problemas puede entenderse en ese sentido, o tal vez para aminorar el impacto negativo que pudiera suponer la noticia, siempre esperable, de que van a mejorar sustancialmente las retribuciones de sus grandes directivos, aunque tal vez no de modo tan espectacular como Repsol.
Los Bancos y las grandes empresas tienen de manera casi inevitable un problema de imagen, especialmente si les sigue yendo bien cuando a casi todos les va mal. La envidia y la imaginación que se desata sobre los fastos de los riquísimos son malos enemigos, pero, aparte de esta razón esencial, el mundo financiero, y una buena mayoría de las grandes empresas, se están portando en estos años de zozobra general con enorme impudicia, de manera que no sería extraño que les surgieran problemas más específicos.
Alguien tendría que velar para poner alguna especie de coto a estos desmanes, a los beneficios que se reparten con enorme alegría a costa de accionistas y espectadores en general, mientras, insisto, la mayoría lo pasa mal. Que se esté alargando la edad de trabajo, reduciendo las pensiones y haciendo toda clase de recortes, al tiempo que ciertos happy few nadan en la opulencia es un espectáculo poco grato, y puede llegar a ser muy peligroso. Es bastante insoportable que, por ejemplo, cuando un hipotecado pierde buena parte de su capital inmobiliario por la devaluación del bien que compró, los Bancos se queden silbando, como si no hubiesen tenido responsabilidad alguna en el alza exuberante de esos precios: eso es una iniquidad, algo que está mal y que habría que mitigar y corregir, sin duda, aunque no será fácil hacerlo.
Feynman y la Wifi