La desaparición de Gadafi es una buena noticia, pero no significa que el futuro de lo que llamamos Libia vaya a ser de color de rosa. La amenaza del islamismo radical es obvia, aunque los libios tendrán que pensar en que han necesitado la ayuda occidental, y que no sería muy razonable montar un régimen que supusiese una amenaza para las democracias. Sin embargo, las formas que hemos visto en las televisiones no aseguran que la sensatez se vaya a hacer cargo del destino de esa zona del mundo, que de todas maneras, tiene ahora unas posibilidades que estaban prohibidas, de manera que hay un ligero margen para la esperanza.
Mi teléfono aprende a reconocerme
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