Es bastante asombroso que aceptemos como si tal cosa que la legislación laboral deba ser pactada entre empresarios y sindicatos. Si se aplicase el principio al resto de las actividades se vería lo absurdo que resulta. Por fortuna, la cerrazón corporativa va a obligar al gobierno a enviar al parlamento una legislación laboral que hay que esperar no sea timorata y pueda servir para cambiar algo el panorama de la contratación y del empleo. Esto que se considera excepcional es lo que debería ser normal, lo contrario es un resto absurdo de corporativismo o, si se prefiere, de franquismo.
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