Una cosa que se dice poco, pero que es una realidad palpable, es que el sistema de precios en España está absolutamente desvencijado. Pondré dos ejemplos recientes de sendas visitas domiciliarias para una lavadora y para una caldera. 57 euros por la visita, 75 si es en sábado o domingo, además de un suplemento por urgencia que se aplica siempre en fin de semana, y, eso sí, sin previo aviso de la tarifa ni de los pluses, más lo que caiga, que nunca es poco. Esta clase de empresas, por llamarlas algo, abusan de manera inmisericorde, y me imagino que con la connivencia de supuestos servicios de consumo y control de la competencia, además de que los consumidores tendemos a a aguantarnos y a no quejarnos, supongo que, hipócritamente, para que no se nos tome por tontos. Como tenía alguna duda pregunté al operador, en un caso un tipo diligente, en otros auténticos berzotas, que me hizo saber lo que ganaba a fin de mes con 12 horas de trabajo al día. Un cálculo relativamente sencillo me llevó a comprender que los Bancos, e incluso la telefónicas, son unos infelices en comparación con los personajes dedicados al servicio a domicilio. Pero es plaga, y habrá que detenerla.
El truco de Apple
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