Desde luego éramos más felices cuando no nos desayunábamos con la noticia del crecimiento de la prima de riesgo. Ahora el problema no es la información, sino cómo interpretarla, aunque se trata, evidentemente, de una de galgos o podencos. Lo prudente sería hacer lo que esté en nuestras manos, aunque duela, pero aquí se prefiere echar la culpa al Banco clandestino o a la conjura masónica, esta vez modelo financiero especulativo, que en algo hemos avanzado.