El ministro del interior y David Hume

El ministro del Interior ha cometido un lapsus al insinuar una cierta comparación entre ETA y el aborto. Que es un lapsus no lo digo yo, lo muestra él mismo al negarse a continuar esa interesante línea de argumentación. ¿Qué ocurre? Pues que el ministro cree que tanto el aborto como los atentados de ETA constituyen crímenes y que, por tanto, pueden compararse. Lo que no se entiende es la razón de que no se atreva a hacerlo, si es que piensa así. El problema está en que el ministro no distingue adecuadamente entre el plano moral, en el que debe mandar  su conciencia, y el plano político, en el que las censuras penales se fundan en el juicio de la mayoría que, a su vez, equivocadamente o no, que eso es alta metafísica, se funda en un sentimiento, como enseñó un tipo tan revolucionario como David Hume, subversivo pensador del que seguramente no ha oído hablar el señor ministro, salvo para oír que, efectivamente, era un peligroso relativista, o cosas peores. 
Desde el momento en que las cuestiones morales y políticas no se fundan en razonamientos abstractos, sino en sentimientos morales más o menos compartidos, como efectivamente ocurre, aunque el ministro lo ignore, no tiene sentido comparar a ETA con el aborto, ni al holocausto con el aborto. Para bien o para mal, que me parece más bien para mal, la sensibilidad frente al mal que el aborto supone, es muy escasa y por ello, es obvio que un ministro tiene que andarse con tiento, si no quiere que le confundan con otra cosa, respetable, pero escasamente viable en política. El aborto es un mal desde el punto de vista moral, esto me parece difícilmente discutible, pero es un error tratarlo como si todo el mundo compartiese ese punto de vista, y en esto consiste la dificultad  política del asunto, cosa que un ministro no debiera ignorar. En España, a este asunto se le han añadido toneladas de hipocresía política, por la derecha y por la izquierda, de manera que el cielo está enladrillado y hace falta un desenladrillador hábil, y clarividente y valiente, para hacer algo positivo que contribuya realmente a evitar tanto como se pueda la generalización de una conciencia social capaz de contemplar el aborto como un derecho, perspectiva que orilla completamente el punto de vista del que seguramente tiene tanto derecho a nacer como hemos tenido cada uno de nosotros. La derecha no debería temer a enfrentarse realmente con este asunto, pero esta derecha le tiene miedo a todo lo que pueda redundar en pérdida de su equívoco estatus. 
Bill y las tabletas