Resulta que creo que es un honor llevar el nombre de un santo tan admirable, y felicito desde aquí a todos los que comparten conmigo este nombre tan olvidado. El evangelio de hoy dice lo siguiente: «Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto».
La ejemplar conducta del santo suele resultar difícil de entender, pero es lógica y caballerosa, no quiere causar daño, ni siquiera se atreve a juzgar, simplemente decide apartarse hasta que recibe un aviso del Espíritu Santo que seguramente le llenó de consternación y de orgullo. Hoy en día está muy de moda indignarse y protestar, y no se entiende la conducta humilde del santo. Se protesta, incluso, cuando el motivo de queja nos es completamente ajeno, porque protestar trae prestigio, suele tenerse por seña de integridad y de valor, aunque lo sea muchas veces más de hipocresía. A este respecto os aconsejo que veáis Filomena la espléndida película de Stephen Frears, recién estrenada. Filomena, que ha sufrido de manera injusta y escasamente comprensible, sabe perdonar, mientras que el periodista progre es el que quiere montar la marimorena a costa de algo que no le ha pasado a él, pero le sirve para ir por la vida presumiendo de su excelencia, de la belleza de su alma, algo que nunca se le ocurriría al bueno de San José, tan integro y tan valiente como poco dado al espectáculo.