Muchos españoles confunden su justo rechazo de la corrupción política y del enorme distanciamiento entre los elegidos y gobernantes respecto a los electores y gobernados con la utópica existencia de un partido que represente milimétricamente sus deseos, sus intereses y hasta sus manías. En esa posición es muy difícil entender en qué se funda la política democrática que es una tarea enfocada a la consecución de acciones que supongan un bien común que, casi por definición, nunca podrá satisfacer por entero los deseos de nadie, o de casi nadie. Cuando hemos fundado VOX hemos tenido presente esa dificultad y no hemos puesto ninguna traba para formar parte del nuevo proyecto, basta con estar conforme con las ideas expuestas en el Manifiesto fundacional y comprometerse a financiar y a participar en la vida interna del partido. Por eso somos todos provisionales, hasta que la primera Asamblea ordinaria, que celebraremos en el otoño, decida unos Estatutos aprobados democráticamente, decida una dirección política nacional, esta vez definitiva por el período entre Asamblea y Asamblea, que espero acordemos sea anual, y una ponencia política con un programa sometido a intenso debate y aprobado democráticamente por todos. Mientras tanto, es lógico que no siempre acertemos a elegir las personas que nos ayuden a implantar VOX en los diversos lugares, pero nadie debiera ponerse nervioso, queda mucho por jugar y hay que confiar en que, en su momento, los afiliados escojan a los mejores, a los más trabajadores, a los más fieles y eficaces defendiendo nuestros principios y formulando políticas inteligentes que pueda compartir la mayoría. No hemos hecho sino empezar, y no hay que precipitarse. En política el que resiste gana, y, si no gana, hace lo que debe, que es mucho mejor. No queremos un partido vigilado por mastines, la imagen es de Alejo, sino un partido de ciudadanos libres y valientes, respondones cuando haga falta, y disciplinados cuando se trata de defender algo acordado democráticamente en el seno de VOX. Y sabiendo, lo dice también Alejo, que cuando se sacrifican los principios a los votos, se pierden los principios, y también los votos. Que nadie se desanime, que nos queda una larguísima jornada, a veces amena, en ocasiones puede que amarga, pero siempre merecerá la pena luchar por lo que creemos y por nuestra querida patria, por España.