Rajoy y sus portavoces aluden a que es necesario votar a partidos fuertes, y parecen creer que con ello invitan a votar al PP. Pues bien, la cosa no es tan simple. Si hay algo que no es fuerte es el actual PP, un partido político muchos de cuyos electores, que son el verdadero capital de cualquier fuerza política, se sienten atrapados sentimentalmente por unas siglas, pero nada convencidos de lo que con ellas se hacen en su nombre. Un partido fuerte sería el que no tuviese temor a implantar su programa teniendo mayorías absolutas, y el PP no lo ha hecho; un partido fuerte sería el que tuviese respeto a sus adversarios, pero mayor respeto todavía a sus votantes y, por tanto, nunca traicionase los deseos de estos por temor a las reacciones de aquellos. El PP de Rajoy ha hecho exactamente lo contrario, mostrar una enorme debilidad y retractarse de cuanto dijo haría: todos sabemos lo que no ha hecho. El PP actual no es un partido fuerte ni cohesionado, es un proyecto oportunista y a la deriva, y no puede haber mayor debilidad que la del que no se atreve a ir a dónde pensaba tener que ir.
Hay personas que tienen miedo a que si no votan al PP pasen cosas muy graves. Ese sentimiento es muy respetable, pero no es síntoma de fortaleza, sino de debilidad. No se puede tener miedo a votar conforme a lo que se cree, ni se puede votar al que dice que o nosotros o la nada, porque eso, además de ser muestra de debilidad, es una gran mentira, y, la verdad, votar para que se nos siga engañando tampoco es signo precisamente ni de valor ni de fortaleza, salvo que se piense que la muestra más alta de valor es el masoquismo, someterse a la voluntad de otro para encontrar placer en sus humillaciones y vejaciones. Que no cuenten con nosotros para eso.