Fútbol en París

Gracias a la televisión pudimos gozar ayer, una vez más, porque no siempre, de un gran partido de fútbol. El fútbol tiene un componente legendario, pero las leyendas son parte de la vida, se acumulan con ella, y la del Real Madrid se crea a partir de partidos como el de ayer, una mezcla de calidad, o profesionalidad, confianza, determinación, casta, y, algo de suerte, siempre es la misma fórmula la que consagra al fútbol como un apasionante espectáculo de la vida misma.
Lo que más me gusta del fútbol es su pluralidad, la enorme riqueza de formas en las que puede conseguir un resultado magnífico, la belleza de las jugadas, por decirlo de la manera más habitual, y el gol de Cristiano Ronaldo fue ayer la culminación de un toque de genialidad, de Asensio, de una constancia profesional y una gran técnica, de Lucas, y del brillantísimo especialista de Cristiano, un cabezazo certero, mortal, infalible.
Lo que el Real Madrid tiene es que hace posible este tipo de jugadas, no es el único, desde luego, pero es el que más se acerca a hacerlo siempre que resulte agónicamente imprescindible, y de ahí esa leyenda.
Más allá está esa capacidad de perder oportunidades, en lo que Benzema es una especie de Superman, la correosa presencia de tipos como Casemiro, o la leve angustia que produce la participación de ese Marcelo que es la encarnación misma de la paradoja, siempre al filo del desastre y/o del milagro, a mi gusto, más de lo último.
En fin, soy madrididsta, y confieso mi irremediable parcialidad, siempre relativa porque soy confeso admirador de Messi y hasta de Neymar, pero un equipo es algo mas que un jugador, es una estela en el tiempo, una leyenda y una esperanza y hay que reconocer que el Real Madrid (casi) nunca falla: ¡es fácil ser madridista!