Los españoles hemos sido motejados de envidiosos, pero también de perezosos. No hay que tomarse muy en serio esas etiquetas, salvo cuando se ve que funcionan. Me olvidaré de la envidia, que, en todo caso, me parece un vicio muy general, nada específicamente español, y haré un par de apuntes sobre la pereza intelectual que observo, muy especialmente, en nuestra clase política.
Hoy mismo he podido ver en la TV matutina cómo el ex presidente de la Comunidad de Madrid alanceaba a un diputado perezoso de Podemos que se presentó a cantarle las cuarenta al sospechoso habitual pertrechado de una hoja de periódico, una información que igual era fruto de una charla del periodista con un colega del Podemita. ¿Es que un Diputado recibe el sueldo que recibe para recortar una hoja de periódico y leerla perezosamente en una comisión de investigación? Con procedimientos de ese estilo, lo raro es que no le acaben dando al ex baranda madrileño el Premio Nobel del rigor político y administrativo. ¿Es tan difícil armar un interrogatorio juicioso y razonable a un personaje público? No, pero hay que trabajar un poco y perder menos tiempo comentando con los compis de la coalición lo corruptos que son los del PP.
Segundo apunte, sobre el caso Cifuentes. Es posible que lo que atribuiré a la pereza tenga otras causas, pero ¿puede explicar alguien cómo no se piden a la URJC las actas verdaderas de ese Máster, el listado de matrícula, el profesorado que lo ha impartido, y cómo no se aprovecha para arrojar alguna luz sobre los pingües negocios académicos que algunos montan al socaire de las universidades boloñesas? Extrañarse luego de la ruina moral y el desprestigio universal de las universidades españolas es como sorprenderse, le tomo el ejemplo al poeta, de que los niños de Francia sepan hablar francés, desde la más tierna infancia.
Da la sensación de que los políticos se conforman con seguir saliendo en los periódicos sin nada nuevo que decir, tal vez la culpa sea de los perezosos periodistas que se conforman con tan poco para llenar sus páginas cada vez más huecas.
Total que nos quejamos de la corrupción, pero no vemos el desastre que supone que quienes tienen que velar por intereses comunes, políticos y periodistas, no se molesten en vencer la pereza, que se conformen con atenerse a lo fácil y trillado, y no hagan ni medianamente bien lo que les toca.