No voy a decir que la selección española esté jugando bien, pero sí me parece evidente que su realidad es bastante mejor que la pintada en los medios de opinión. Es característico que toda la prensa haya subrayado que España se clasificó, casualmente, gracias al VAR, lo que supone olvidar que el VAR es una herramienta que, en principio, puede proporcionar, y en este caso ha proporcionado, un plus de objetividad a los lances dudosos, es decir que España ha ganado por objetividad y no por chorra, pero es que cualquier objetividad tiene muy mala prensa, especialmente cuando los españoles hablamos de algo español.
Nos gusta ser críticos, llevar la contraria, ser adversativos. Pero, lo malo, es que eso se hace, normalmente, a lo Sancho Panza, de ningún modo de manera quijotesca, siempre con causas fáciles, sin el menor atisbo de valor, de grandeza o de, en el fondo, originalidad.
Llevamos la contraria a los jueces de la manada, pero muy pocos se atreven a enfrentarse con las chulerías feministas que dejarían la Justicia en manos de doñas nada imparciales. Bueno, volvamos al fútbol: nos hemos clasificado y no hemos jugado demasiado bien, pero la crítica se está pasando quince pueblos. Lo peor puede ser que el entrenador no se atreva a hacer cambios estando como está en su sitio de pura chamba, como consecuencia del orgullo paleto del presidente, un tipo que ha llegado a velocidad de relámpago a su nivel de incompetencia.
En fin, puede que volvamos a casa como otras muchas veces, o que logremos algo que solo hemos conseguido una vez, pero mientras no cambie el tono de los críticos habituales, estar en la selección seguirá siendo una variante de la cuerda de sospechosos a manos de gente irritable que lo más esférico que ha visto en su vida es una onza de chocolate.